Los peligros del mundo y las ciencias prohibidas: Pablo González Casanova
No hay duda que vivimos en un mundo injusto y peligroso. La opción racional que orienta a las ciencias sociales hegemónicas se está convirtiendo, paradójicamente, en opción irracional. El control de riesgos nos está llevando a riesgos descontrolados. Modelos y formalizaciones muestran aquí y allá signos entrópicos amenazadores. Las falsas leyes del mercado libre que por sí solo se requilibra, y cuyas políticas siempre han derivado en graves crisis, nuevamente se ven disconfirmadas, y quienes anunciaron que pronto habría de superase la crisis que nos abruma, a poco se vieron obligados a reconocer que la actual crisis es más grave de lo que pensaron y de mayor duración.
“La solución a los problemas sociales como problemas científicos y como problemas reales es imposible con el actual sistema de dominación y acumulación capitalista y con la lógica que en él impera". Foto: Reuters
Pablo González Casanova
Publicada el 14 de noviembre en la versión impresa.
No hay duda que vivimos en un mundo injusto y peligroso. La opción racional
que orienta a las ciencias sociales hegemónicas se está convirtiendo, paradójicamente, en opción irracional. El control de riesgos
nos está llevando a riesgos descontrolados. Modelos y formalizaciones
muestran aquí y allá signos entrópicos amenazadores. Las falsas leyes del mercado libre que por sí solo se requilibra
, y cuyas políticas siempre han derivado en graves crisis, nuevamente se ven disconfirmadas
,
y quienes anunciaron que pronto habría de superase la crisis que nos
abruma, a poco se vieron obligados a reconocer que la actual crisis es
más grave de lo que pensaron y de mayor duración.
La disminución de riesgos y la optimización de utilidades de las
megaempresas y complejos hegemónicos parecen asociarse a la maximización
de riesgos y de pérdidas en el conjunto
de que forman parte. Que
esa asociación, correlación o coincidencia muestran una relación de
causa a efecto es algo que no puede descartarse. Y, sin embargo, la
relación de causa a efecto entre los intereses y valores de las grandes
corporaciones y los graves peligros y problemas del mundo es
generalmente descalificada por el pensar científico, y relegada al mundo
de la negación o rechazo, que Freud descubrió entre las características
del inconsciente, y que también parece darse en el inconsciente de las
colectividades científicas y de los complejos militares-empresariales y
políticos, todos ciegos ante las causas de los peligros del mundo y
sordos ante las tragedias humanas a que se refieren como si fuesen
fenómenos naturales en cuya solución están haciendo todo lo que se puede
y en que dan por entendido que no se puede hacer más.
La negación o descalificación, consciente o inconsciente, de la
relación de causa a efecto aparece incluso en los análisis, modelaciones
y formalizaciones de los sistemas complejos. Su concepción más
generalizada de la complejidad no registra la paradoja entre la opción
racional de las corporaciones que buscan disminuir riesgos y optimizar
utilidades, y la irracionalidad y los riesgos que en forma monstruosa
para las matemáticas de entonces aparecieron en las iteraciones
algebraicas de Poicaré, y que con las modelaciones de ahora derivan en
esa Edad de los monstruos
a que se refirió Gramci, y que
corresponde a la maximización de pérdidas y riesgos para la inmensa
mayoría de la humanidad y para el ecosistema.
Al mismo tiempo, el concepto prevaleciente de sistemas complejos
–como ha observado Casti– incluye múltiples relaciones interactivas de
manera muy superficial
. Con plena razón, Casti define y formaliza
el concepto de sistema complejo como dos o más sistemas complejos
interactivos entre sí y en su propio interior. Un solo sistema complejo
empobrece y hasta anula la dinámica de sistemas no lineales e
interactivos. Su pensamiento sobre las características generales de la
complejidad alcanza una profundidad de que pocos se percatan. Incluso
los especialistas que incluyen en sus investigaciones dos o más sistemas
complejos que interactúan, cuando se refieren al concepto de
complejidad sólo destacan la complejidad de un sistema complejo
.
Esta ruptura epistemológica parece obedecer a un preconcepto con fuertes
tradiciones en el pensamiento científico, en el filosófico y en el
religioso. Empecemos por estos últimos. Muchos de los que abandonan la
lógica religiosa del monoteísmo, no abandonan la lógica laica de lo uno
. Definen y formalizan la complejidad de un
sistema. Si lo uno
predomina en la cibernética también se da en los modelos econométricos
neoclásicos y neoliberales. En el discurso científico acostumbrado o normal
se habla del universo como un
universo en el que pueden darse planetas, átomos y múltiples agentes
que interactúan en modelos de competencia y colaboración. Incluso se
trabaja con sistemas interactivos sinérgicos, cooperativos, aliados o tributarios
(Axelrod) y opuestos, enemigos, contrarios y rebeldes: y todas esas
posibilidades cognitivas de sistemas interactivos se dan en función de un
sistema, el sistema del observador.
La ruptura epistemológica subsiste incluso cuando se avanza en la concepción de los sistemas biológicos autorregulados, autoadaptables y creadores
,
o en los sistemas en fase de transición al caos o en los que emergen de
una situación caótica y, entre bifurcaciones y atractores, van
configurando formaciones parecidas a escalas distintas hasta integrar el
nuevo sistema con otra complejidad y otra dinámica. Todas estas
investigaciones sobre la dinámica de varios sistemas no acaban con la
lógica de lo Uno. Casi sin pensar sus autores, automáticamente, definen
la complejidad
como un
sistema complejo o en relación a un
sistema complejo. No hay sistema alternativo. Otro sistema no es posible.
Y aun ahí no queda todo. La ruptura entre las investigaciones
específicas y las concepciones generales es todavía más impresionante
cuando sus autores trabajan en investigaciones sobre sistemas complejos
interactivos como los sistemas auto-inmunológicos. En ese tipo de
sistemas claramente aparecen los anticuerpos negativos y positivos que
luchan entre sí, en que los anticuerpos negativos no sólo ganan las
batallas destruyendo directamente a los positivos, sino confundiendo al
sistema encargado de la defensa del organismo y haciéndole perder su
capacidad de identificar a amigos y enemigos. El sistema defensivo del
organismo pierde al dar la bienvenida a sus atacantes y al destruir a
sus defensores. Los sistemas en lucha tienen como referente a la víctima
final de la batalla. Su dinámica se interpreta como lucha entre
anticuerpos, y como ataque y destrucción de un subsistema que defiende a
un
organismo –al sistema– y que al ser derrotado muere con el
organismo, muere con el sistema de que es parte y cuya vida no alcanzó a
defender.
Los juegos de guerra y las estrategias de guerra contrainsurgente o
antiterrorista presentan obstáculos parecidos. Obedecen al mismo
presupuesto epistemológico. Es uno
quien juega a la guerra o
quien hace la guerra, así tenga asociados o subordinados. El que juega, o
el que manda, mueve a los luchadores virtuales y hasta a los soldados
no convencionales, así como a los enemigos espiados, seducidos,
sometidos o cooptados. Mueve al propio jugador del videojuego o del
juego virtual que ha hecho real. La sofisticación del conocimiento del
Gran Jugador y de los científicos que son sus asesores financieros
o sus think tanks político-militares provoca un notable conocimiento de la manipulación y esclavización de los demás. También empuja a un extraño desconocimiento
de las amenazas que pesan sobre todos los jugadores y de las que
también será víctima el Gran Jugador. Los escenarios de guerra pueden
incluir fenómenos de inteligencia distribuida, de díadas, de simbiosis,
dendritas, nodos y redes, con notables y numerosas interacciones que
siempre serán analizadas en función del actor cognitivo, y del sistema
al que pertenece, considerado como constante en la defensa y promoción
de sus valores e intereses, y naturalmente interesado en ganar la lucha,
pero obcecado en creer que es eterno, ignorante de aquello que todos
sabemos y de que habló el viejo Hegel cuando dijo que toda cosa natural es mortal y efímera
.
El sistema no piensa en su propia muerte o la pospone a un futuro milenario sin historia. Desconoce, descalifica, debilita, confunde, enajena a su opositor. Lo anula como sistema. Y así como los sabios del rey por buena educación no hablan al Rey de su muerte y menos de la muerte de la casa real, así los científicos al servicio de un sistema de dominación y acumulación que se encuentra en situación terminal y que coloca en situación terminal a todos sus vasallos, ni pensar pueden en esa posibilidad, y a su silencio se suman las fiestas y fanfarrias de quienes anuncian que el sistema tiene asegurada la vida, al menos, por un milenio.
La afirmación de Fukuyama de que vivimos el fin de la historia fue recibida como bálsamo divino. Quien juega con los jugadores estimula el desconocimiento y la descalificación de la evolución pasada y actual de las luchas sistémicas y antisistémicas. No sabe ni quiere saber cuál es y será la historia del sistema dominante o del emergente. Rechaza la sola idea de que puede morir a manos del otro y causar su propia muerte y la del otro. E insiste en seguir reinando mientras muestra todos los signos de estarse muriendo, hecho que ocurre en el escenario mundial, como el rey que se muere en el escenario teatral de Simenon.
Hoy mismo, en sus modelos de conflicto y consenso, el sistema en
estado terminal impone la negociación para la rendición, y en el mundo
realmente existente aumenta sus exigencias y extiende el campo de lo no negociable
. Lo no negociable
crece y prolifera no sólo en la periferias, sino en el centro del mundo, encabezado por Estados Unidos y la Unión Europea.
La preconcepción del sistema como UNO predomina en las ciencias económicas normales
de que Khün hablaba. Predomina en todo análisis que usa como categorías las de el sistema
y el contexto
,
en que aquél insume energía y al que arroja desechos. Se trata de actos
neguentrópicos que ya no cumplen esa función y que el investigador,
supuestamente funcional al sistema, tampoco ve. Uno y otro se vuelven
parte de la entropía que a ambos amenaza y que puede dar nacimiento a la
configuración de otro sistema tras una fase de transición al caos y de
transición del caos, para ellos inconcebibles, o negados
, cuando los llegan a intuir.
Hoy el sistema dominado por la lógica del capital –una lógica de disminución de riesgos e incremento de utilidades para las corporaciones, tanto en la economía como en la guerra– enfrenta conflictos internos y externos con medidas de retroalimentación negativa o positiva.
Las relaciones interactivas de ocupación, depredación, parasitismo,
cooperación, corrupción, persuasión virtual y subliminal, terror
colectivo, eliminación de resistencias y de formaciones defensivas,
aparecen en las simulaciones y escenarios de guerra de espectro amplio
,
pero aparecen a medias. La realidad histórica que vivimos es mucho más
compleja de lo que sus autores imaginan o son capaces de concebir con
las informaciones y computaciones que los decision makers
les piden para mejorar su capacidad de decidir en función de sus intereses y valores.
El inmenso conocimiento que se ha adquirido sobre el papel del azar y
de la organización y reorganización del sistema ha permitido superar la
teoría de la selección natural, aunque se le use en lo que es útil.
Cuando no es útil se vuelve a las viejas teorías del darwinismo
colonialista que invoca las políticas de la eliminación de los más
débiles, así conduzcan en menos de cuatro décadas a un genocidio de más
de 2 mil millones de habitantes que (otros factores iguales
), se van a añadir a los 7 mil millones que hay y en los que la población excluida
y desechable
, ya llega más de 3 mil millones.
El sistema
y muchos de sus científicos atribuyen al excesivo
crecimiento de la población los problemas ecológicos que vivimos, y si
ese sistema de dominación y acumulación mundial se considera como una
constante, la población que debe morir o desaparecer, será del orden de
más o menos 5 mil 50 millones, según predicciones demográficas
relativamente confiables.
Y aquí surge el gran engaño y autoengaño en medio del gran
conocimiento. Como esa aberración hay varias más que caen en el orden de
la sicopatología, pero que corresponden a la opción racional
de
las empresas y sus accionistas mayoritarios y minoritarios. Entre ellos
destaca el creer que se puede seguir jugando con las amenazas de guerra
nuclear sin que se produzca la guerra de la locura, esto es MAD, siglas
que en inglés, claramente se refieren a una guerra de destrucción mutua
asegurada. Y existen otros ocultamientos y rechazos que llevan a no
hacer nada frente a evidentes y acalladas amenazas, como el cambio
climático. Me detengo en éste para aclarar una disertación que parece
catastrofista y no lo es, como mostraré más tarde.
En los últimos meses de 2009 y primeros de 2010, es decir, en torno a
la reunión de jefes de Estado sobre el cambio climático, se desató una
feroz campaña contra los científicos de las antes llamadas ciencias duras
.
No sólo fue descalificado el informe que presentaron en 2007 sobre ese
problema los integrantes de una comisión gubernamental de
investigadores, sino fueron descalificados los más de mil científicos
que, reunidos en París, confirmaron la validez del informe y añadieron
algo más: que había un error en sus predicciones, pues habían
subestimado la rapidez y gravedad del cambio climático. El futuro
resultó más grave de lo calculado.
El motivo principal de la campaña y la cólera que levantaron los
científicos, no se debieron tanto a las predicciones sobre los
crecientes daños a la Tierra y a la vida, sino a la tesis ratificada por
la comunidad científica internacional de que los cambios climáticos son
de origen humano; atropógenos fue la palabra que usaron. Decir sólo
eso, y que los propios científicos intergubernamentales lo dijeran,
resultó inaceptable para los complejos
empresariales-militares-políticos-y-mediáticos que dominan el mundo.
Representados por sus jefes de Estado en una reunión que tuvo lugar en
Copenhague, destinada a tomar acuerdos vinculantes
, los acuerdos
fueron dictados por un pequeño grupo de jefes de Estado que se reunió a
escondidas en las primeras horas de la madrugada y sin más consulta
fueron leídos por el presidente Obama minutos antes de tomar el avión de
regreso.
En Copenhague no hubo acuerdos vinculantes
. Incluso los pobres
compromisos que se habían tomado en Kioto, desaparecieron. La
antropología de políticos y científicos no quedó allí. La maquinaria de
los ricos y los poderosos se movió para desprestigiar y castigar a los
científicos que habían osado decir una verdad que debió alertar a
aquéllos sobre las amenazas a su propia vida y que sólo indirectamente
los inculpaba al apuntar que ellos y sus megaempresas eran causantes de
los peligros que corre la especie humana
Los medios
y los publicistas llegaron a tratar a todos los
científicos de las ciencias naturales con las descalificaciones a que
estamos acostumbrados los de las ciencias blandas
, digamos humanas
o sociales. Abusando de atrevidos artificios retóricos llegaron a
sostener que las ciencias duras ya no son ciencias, y con prepotencia de
ignorantes llegaron a decir que los propios científicos reconocen que
los domina ¡el principio de incertidumbre!, del que por supuesto no
tenían ni la menor idea de lo que es. El mundo de la ciencia respondió
de una manera realmente ejemplar. Le dio un impresionante apoyo a sus
colegas. En los primeros meses del año las más famosas revistas
científicas y de difusión científicas publicaron artículos que defendían
las mismas tesis de los científicos estigmatizados. Entre ellas Scientific American y Nature. No
se ablandaron. Un gran número de científicos asumió su responsabilidad
científica. Lejos de dejarse dominar por sus genes egoístas se vieron
más y más atraídos a sostener las verdades sobre medidas que son
necesarias para la supervivencia de la especie humana.
Un paso no dieron, sin embargo, que es necesario dar si no se quiere ser copartícipe de la negación más profunda y grave para las ciencias de la materia, de la vida y de la humanidad. Y para la humanidad. El paso que no se dio y que se necesita dar con la mayor seriedad consiste en incluir la categoría del capitalismo como un riguroso concepto científico, no sólo asociado a la ley del valor, sino a la ley de la producción y reproducción de la vida.
Las ciencias de la complejidad que investigan el mundo actual no serán ciencias ni investigarán la complejidad del mundo actual y sus escenarios de futuro si no incluyen el capitalismo, una de sus categorías más profundas, cuyo solo nombre suele ser rechazado instintivamente por no pertenecer al lenguaje políticamente correcto de las ciencias hegemónicas.
Pocas hipótesis tienen tantas posibilidades de ser confirmadas como
ésta: La solución a los problemas sociales como problemas científicos y
como problemas reales es imposible con el actual sistema de dominación y
acumulación capitalista y con la lógica que en él impera. En relación
al mismo ya no sólo se plantean las alternativas anteriores de reforma o
revolución. Hay otra más que surge tanto de los nuevos movimientos
sociales como de los modelos matemáticos sobre sistemas en transición al
caos y en transición del caos a un orden llamado emergente o
alternativo. Tanto en los movimientos como en los modelos aparecen lo
que en estos últimos se llaman atractores y bifurcaciones en que
parecería optarse por uno de ellos, así como fractales y formaciones
parecidas que se forjan a las más distintas escalas. La atención a la
construcción de alternativas en los movimientos sociales y en los
modelos de sistemas habrá de dar cabida a las nuevas estructuraciones de
la libertad, la democracia, y la justicia social. Con unas y otras será
fundamental estudiar cuáles son las alternativas que no sólo permitan
construir el buen vivir
, sino preservar la vida
En los nuevos movimientos sociales y en los modelos de desarrollo autosustentable destacan por su mayor posibilidad de alcanzar esas metas los modelos de cooperación, de inteligencia distribuida, de control descentralizado, que se articulan con otros de control centralizado y jerárquico sin que se dé en forma metafísica la vieja oposición entre el autoritarismo y la anarquía.
Desde ejemplos como Los Caracoles de los pueblos mayas de
Chiapas, por un lado, y por otro, desde investigaciones pioneras y
recientes como las de Axelrod y muchos científicos más, estamos hoy en
condiciones de construir una utopía a la vez convalidada por la praxis
de los pueblos y por los escenarios de las computadoras, esa que
Emmanuel Wallernstein bautizó como utopística
y que definió como la
ponderación seria de las alternativas históricas, la evaluación serena,
racional y realista de los sistemas sociales humanos, de sus
limitaciones y posibilidades
. Vale la pena pensar en ella y luchar por ella.
Comentario
G r a c i a s